"La vacuna contra la insensatez": "Es el virus que más fácil se propaga hoy en día"José Antonio Marina

 Jose Antonio Marina Torres (Toledo, 1939) es filosofo, escritor, y pedagogo. Acaba de publicar el ensayo que nos alerta en forma de libro de los males que afligen a la sociedad y propone este texto una forma de combatirlos y prevenirlos

La vacuna contra la insensatez
La vacuna contra la insensatez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuenta en su estantería literaria numerosos premios literarios en los que tiene el Premio Anagrama de Ensayo, el Premio Giner de los Ríos de Innovación Educativa y el Premio Nacional de Ensayo. Escritor de numerosos ensayos de filosofía. Marina por su libro "La vacuna contra la insensatez”.

Desde su punto de vista ¿Porque nos dejamos manipular por falsas creencias o teorías conspirativas?

Las creencias conspirativas se basan en la credulidad básica del ser humano. El pensamiento crítico es tardío y difícil. Favorecen esas creencias la necesidad universal de encontrar una explicación en lo que pasa, de buscar un sentido, un significado, una dirección y de disfrutar con la satisfacción de haberlo encontrado, de haber resuelto un enigma, de le librarse de ser engañado, de recuperar el control de la situación. Este último aspecto aclara por qué en momentos de miedo o de desconcierto aumentan la vulnerabilidad a los pensamientos conspiranoicos. Además, el conspiranoico tiene con frecuencia la necesidad de aumentar la seguridad en sí mismo, de proteger un cierto narcisismo, Creer en la conspiración le permite desarrollar la íntima convicción de formar parte de los lúcidos elegidos. Difunde las ideas conspiranoicas porque es un modo de mostrar que él es más listo que los demás.

¿Cuántos años le ha llevado la investigación que ha plasmado en forma de libro?

Siempre tengo varios proyectos activos. En mi archivo, las primeras notas para este libro aparecen hace quince años.

¿Se deja algo en el tintero?

¡Espero que sí! Pero no porque me haya reservado algo, sino porque el tema de la inteligencia humana es amplio y complejo y cada día surgen nuevos problemas.

¿Vivimos en una época de confusión?

Sí, pero en épocas pasadas la supuesta claridad se debía a un adoctrinamiento masivo ya un pensamiento monolítico y dogmático. Por lo tanto, era una claridad engañosa. La humanidad ha sido siempre crédula. Lo que cambia en este momento es que vivimos en una sociedad crédula, pero hiperinformada. Y eso es nuevo. Creíamos que la información era el gran antídoto contra la credulidad y la confusión, y no ha sido así. Entre otras cosas, porque la información verdadera también se puede manipular.

¿Existe una vacuna contra la insensatez?

Hay vacunas contra la insensatez, como explico en mi libro. Y deberíamos empezar una campaña de vacunación. Unas son generales, aumentan nuestras defensas intelectuales generales, como por ejemplo el fortalecimiento de la atención de la voluntaria, la gestión emocional, la buena construcción de la memoria, el conocimiento de las “chapuzas evolutivas” que perjudican la marcha de nuestra inteligencia, y luego hay vacunas específicas contra virus mentales específicos, como los sesgos cognitivos, las creencias patógenas, la pereza cognitiva, la impulsividad.

¿Qué le lleva a pensar que su libro es una lectura imprescindible para quienes buscan claridad en tiempos de confusión?

Sería presuntuoso por mi parte considerarlo imprescindible, pero creo es una explicación sistemática, que aprovecha las investigaciones más recientes y que no solo plantea el problema, sino que intenta ofrecer soluciones.

¿La inteligencia puede evolucionar con el paso del tiempo?

Ha evolucionado a lo largo del tiempo. Los mayores avances, sin duda, fueron el aumento de los lóbulos frontales, sede de nuestra capacidad de nuestro controlar el propio pensamiento y, sin duda, la invención del lenguaje. Pero después, cada “tecnología mental” ha ampliado nuestra inteligencia, porque permite a la inteligencia hacer cosas que antes eran imposibles. Por ejemplo, la escritura, la notación algebraica, la notación musical, los sistemas normativos, el método científico, y, en este momento, la tecnología digital, que está cambiando nuestra inteligencia sin que sepamos bien como. Suelo decir a mis alumnos que cada vez que adquirieron un hábito intelectual su cerebro funciona como su móvil cuando le instalan una nueva aplicación. El móvil (o el cerebro) es el mismo, pero es capaz de realizar nuevas operaciones.

Lleva toda su vida, entre otras cosas, dedicado a investigar. ¿Qué le ha llevado a escribir las conclusiones en forma de libro?

Mi trabajo tiene dos facetas. La primera es investigar. La segunda es difundir el conocimiento. Para ello utilizo todos los medios de expresión a mi alcance: el periódico, las redes, el podcast, la radio, la televisión, formatos largos y formatos cortos. Pero el libro es el mejor vehículo para la exposición completa, argumentada, con aporte de la documentación adecuada.

¿Cuándo el libro estaba a las puertas de la impresión ha incluido un prólogo de urgencia? ¿Qué o quién le ha impulsado a hacerlo?

Hay fenómenos sociales y políticos nuevos que se comprenden mejor a partir de la teoría expuesta en La vacuna contra la insensatez. Por ejemplo, el triunfo y las tácticas de Trump, el auge del autoritarismo, el menosprecio de la libertad política que se ve en generaciones jóvenes, o el escepticismo hacia la verdad con que la filosofía se ha hecho el harakiri.

Extrayendo algunas líneas de su libro cometa “Los obsesos del poder siempre han mentido, pero la situación actual es nueva No es que se acepten las mentiras es que se ha extendido la idea de que nada puede ser mentira porque nada puede ser verdad ¿en qué escenarios ocurren esto?

Sucedió primero en el escenario filosófico. Fue la tesis del pensamiento posmoderno (Foucault, Lyotard, la sociología de la ciencia, Latour, Feyerabend, etc.). Ahora se ha extendido a la política. Si no tenemos un criterio para distinguir lo verdadero de lo falso, entra en acción el poder como criterio definitivo. La filosofía posmoderna proporciona apoyo teórico a Trump.

¿Las informaciones falsas, los virus mentales, las redes sociales, etc., como nos afectan a la hora de ser más o menos sensatos?

De distinta manera. Las noticias falsas hacen que nos equivoquemos porque proporcionamos información falsa. Los virus mentales son más peligrosos porque alteran el funcionamiento mismo de la inteligencia. Son esencialmente creencias que debilitan la capacidad del sujeto. Por ejemplo, quien consigue adueñarse de la atención involuntaria de una persona puede manejar su vida. Es lo que hacen los ilusionistas: consiguen que miremos lo que les interesa que miremos para que no veamos el truco que están realizando. Bueno, pues hay también un ilusionismo político que hace lo mismo.

¿Cuál es su opinión sobre la inteligencia artificial?

Me parece una tecnología maravillosa. Pero deberíamos acostumbrarnos a hablar del “sistema de inteligencia artificial”, que se compone de tecnología y del conjunto humano a su alrededor (entrenadores, diseñadores, industria, entorno económico, dirigentes del sistema, usuarios, etc.). En este momento, ese sistema es peligroso, incluso perverso, podríamos decir. Por eso dirigir las críticas a la tecnología es errar el objetivo. Es inocente y magnífica. Las críticas deben dirigirse al “sistema de inteligencia artificial”, que puede convertirse en un “marco de insensatez”, como explica en mi libro.

A lo largo de su carrera como escritor lleva acumulados unos cuantos premios literarios ¿cuál sueña con poner en su estante?

Me gustaría tener un premio estrictamente literario, porque creo que la filosofía puede y debe estar bien escrita. De hecho, dos grandes filósofos -Henri Bergson y Jean Paul Sartre- ganaron el Premio Nobel de Literatura.

https://www.todoliteratura.es/noticia/61041/entrevistas/jose-antonio-marina-y-la-vacuna-contra-la-insensatez:-es-el-virus-que-mas-facil-se-propaga-hoy-en-dia.html

https://www.youtube.com/watch?v=-pGcpKq73EM

https://www.rtve.es/play/audios/sapiens/vacuna-contra-insensatez-jose-antonio-marina-30-06-25/16645765/

 

La vacuna contra la insensatez

Una lectura imprescindible de José Antonio Marina

 

Esta semana ha sido intensa. He trabajado mucho —sesiones del programa, clases, preparación de propuestas, …—.  Una semana de esas de no parar. Jornadas largas, reuniones encadenadas, la mente a mil… se han acumulado demasiados temas en pocos días. Por suerte, ya llegó el fin de semana para recargar las pilas y bajar revoluciones. Y hoy mi reflexión en el blog llega en forma de libro. Esta vez, “La vacuna contra la insensatez. Tratado de inmunología mental.”, la última publicación del filósofo José Antonio Marina.

“Si somos tan inteligentes, ¿por qué caemos en tantas estupideces y atrocidades? ¿Por qué nos dejamos manipular por falsas creencias, teorías conspirativas y prejuicios?”

Así escribe el propio Marina. Vivimos rodeados de desinformación, polarización, clichés emocionales y mensajes virales diseñados más para activar nuestras emociones que nuestro pensamiento crítico. En este contexto, su propuesta es clara y ambiciosa: desarrollar una vacuna intelectual que nos proteja de la estupidez. Y no de la torpeza individual, sino de esa estupidez social, colectiva y estructural que condiciona nuestras decisiones, nuestras emociones, incluso nuestras formas de convivir.

 

¿De qué va esta vacuna?

José Antonio Marina diagnostica y también ofrece una cura. Lo hace desde su estilo tan característico: riguroso pero divulgativo, académico sin perder cercanía. La tesis central es que la estupidez no es una mera falta de inteligencia, sino una desconexión entre lo que sabemos y lo que hacemos. El problema no es la ignorancia, sino el mal uso del conocimiento. Y ante eso, propone reforzar el sistema inmunológico del pensamiento humano.

A lo largo de sus páginas, Marina recorre las distintas manifestaciones de la insensatez: la desinformación, el dogmatismo, la banalización de la opinión, el desprecio por la verdad, el secuestro emocional por parte de los algoritmos. Pero no se queda ahí: nos ofrece herramientas para identificar estos virus mentales y entrenar nuestro pensamiento crítico, ético y creativo.

 

Diez frases poderosas del libro

Aquí comparto diez frases de La vacuna contra la insensatez que me han hecho subrayar, parar y pensar. Cuando subrayo una frase siempre significa que me ha impactado, y este libro está repleto de fragmentos que te hacen pensar en profundidad.

 

  1. “La inteligencia no nos hace más sabios; solo más eficaces en lo que decidamos hacer.”
    Esta frase nos recuerda que la inteligencia, por sí sola, no es garantía de decisiones éticas o sensatas. Podemos usarla para construir o para manipular, para comprender o para justificar. La sabiduría implica una orientación moral y práctica que va más allá del mero cálculo.

 

  1. “La estupidez es el divorcio entre lo que sabemos y lo que hacemos.”
    Una definición brillante que apunta al núcleo del problema: no es que no sepamos lo que está bien, es que no lo aplicamos. La insensatez muchas veces no nace de la ignorancia, sino de la incoherencia entre conocimiento y acción.

 

  1. “Los patógenos mentales no son errores de razonamiento, son ataques a nuestra voluntad de pensar.”
    No se trata de que nos equivoquemos, sino que perdemos el deseo de pensar con claridad. El peligro es dejarse llevar por la inercia, por lo fácil, por lo viral. Este tipo de virus no afecta al conocimiento, sino a la motivación para usarlo bien.

 

  1. “Vivimos en un entorno tóxico de información que premia la reacción emocional y castiga la reflexión pausada.”
    Las redes, los titulares, la sobreexposició.. Todo nos empuja a reaccionar antes de entender. Pensar lleva tiempo, exige pausa, y eso hoy parece un lujo. Esta frase describe con precisión el caldo de cultivo donde prolifera la insensatez.

 

  1. “No hay salud mental sin ética.”
    Una afirmación valiente que me encanta. Nuestra estabilidad emocional y mental no puede desligarse de nuestros valores, de cómo vivimos, de cómo tratamos a los demás y a nosotros mismos. La ética no es una asignatura, es una condición del bienestar profundo.

 

  1. “El pensamiento crítico no consiste en dudar de todo, sino en saber por qué creemos lo que creemos.”
    Esta frase desmonta el falso escepticismo que a veces se confunde con inteligencia. No se trata de llevar la contraria, sino de fundamentar nuestras creencias con argumentos sólidos, abiertos y responsables.

 

  1. “Combatir la insensatez no es solo una tarea intelectual, es una responsabilidad ciudadana.”
    Aquí Marina pone sobre la mesa el compromiso cí No basta con pensar bien para uno mismo. En un mundo interconectado, la calidad de nuestras decisiones individuales afecta al conjunto. Pensar mejor es también un acto de servicio público.

 

  1. “Estamos educando cerebros veloces pero no inteligentes.”
    Esta crítica al sistema educativo (y a la cultura digital) es contundente. Aprendemos a procesar rápido, a hacer clic, a responder en segundos, pero no necesariamente a comprender, a matizar, a crear pensamiento profundo. Y eso tiene consecuencias.

 

  1. “Las redes sociales son máquinas de fabricar certezas sin argumentos.”
    ¿Cuántas opiniones leemos cada día sin saber de dónde vienen ni cómo se justifican? Esta frase resume un fenómeno peligroso: el reemplazo del pensamiento por la adhesión emocional. En redes, todo se cree o se rechaza con vehemencia, pero muchas veces sin reflexión.

 

  1. “La buena voluntad necesita buena información para ser verdaderamente buena.”
    Las buenas intenciones no bastan. Sin información fiable, sin criterio, podemos actuar con generosidad pero provocar dañ Esta frase subraya la importancia de unir ética e inteligencia, bondad y conocimiento.

 

¿Y ahora qué?  

Marina nos hace reflexionar una vez más. Y descubrir que no basta con saber más. Hay que saber y actuar mejor. Leer La vacuna contra la insensatez nos obliga a cuestionarnos, a revisar nuestras certezas, a entrenar nuestro sentido crítico y la empatía.

No podemos permitir que la pereza o la saturación emocional nos conviertan en cómplices pasivos de la insensatez. Necesitamos pensar con claridad, dudar con elegancia, argumentar con respeto y hablar con responsabilidad. Y eso se entrena. Se educa. Se contagia.

Así que este fin de semana, entre descanso y cafés, te invito a empezar a entrenar el músculo de la lucidez en lo cotidiano. Porque pensar bien es una práctica diaria. Y como toda práctica, necesita constancia y propósito. ¿Qué tal alguna de estas cuatro acciones para comenzar esa “vacunación” intelectual?

 

 

https://martagrano.com/la-vacuna-contra-la-insensatez 

Hay un periodista de divulgación científica, David Robson, que tiene un amigo. Su amigo es un ferviente seguidor de la astrología y lee a diario su horóscopo. Niega que los gases de CFC hayan causado un agujero en la capa de ozono, que el hombre haya provocado el cambio climático y que el virus del VIH cause el sida. Y además está convencido de que hace años fue abducido por extraterrestre que le borraron la memoria y por eso no recuerda bien qué pasó.

Todos nos hemos hecho una idea preconcebida de cómo es ese amigo de David Robson. Un tipo crédulo y obstinado, incapaz de atender a razones, cabezota, alejado de la ciencia y del racionamiento deductivo. Sorprende, y mucho, saber que el amigo de David Robson es Kary Mullis, premio Nobel de Química en 1993 por sus contribuciones en el desarrollo de métodos químicos basados en el ADN.

La especie humana está diseñada de manera imperfecta y nuestro cerebro nos lleva una y otra vez a cometer los mismos errores

Este ejemplo que pone José Antonio Marina en su magnífico ensayo La vacuna contra la insensatezes perfecto para hacernos ver que la inteligencia no está reñida con la estupidez. Que tener un gran cociente intelectual no te hace inmune a ser tonto. Porque la especie humana está diseñada de manera imperfecta y nuestro cerebro nos lleva una y otra vez a cometer los mismos errores.

Una querencia que es de sobra conocida. Tanto que muchos grupos la utilizan en su propio beneficio, para manipularnos, condicionar nuestra memoria, infectar nuestro raciocinio y corrompernos, finalmente. Así terminamos realizando acciones que van contra el sentido común y la inteligencia y ponen en peligro a nuestra propia especie.

De Goebbles a Trump

Porque si ya de por sí tenemos la posibilidad de alcanzar altas cotas de estupidez de manera individual, cuando nos convertimos en masa somos todavía más tontos e irracionales. Los controles de responsabilidad sobre nuestros actos que nuestro cerebro ejerce se diluyen si actuamos en conjunto. Por no hablar por la fascinación que nos genera el poder.

Estos detalles de nuestro cerebro, esas trampas de la evolución que nos han servido como especie para ser más fuertes y sobrevivir en entornos hostiles, han sido siempre utilizadas por las élites poderosas. Pero lo más llamativo es que, a pesar de los años, los estudios que han analizado estas técnicas de persuasión y el pasado histórico que todos conocemos, seguimos cayendo.

Trump utiliza las mismas tácticas que utilizó Goebbles y tomarlo a broma sería un severo error

Por poner solo algunos ejemplos, ¿les suena esto? El sesgo de anclaje, que consiste en decir algo disparatado al principio del debate, aunque luego te desdigas, para influir en el resto de la conversación porque cualquier propuesta sonara sensata comparada con la primera; desacreditar primero a las instituciones que puedan desacreditarte a ti, para salir inmune cuando finalmente lo hagan; repetir una idea tanto que termine formándose un espejismo de verdad.

Trumputiliza las mismas tácticas que utilizó Goebbels y tomarlo a broma sería un severo error. Los nazis fueron capaces de convencer a más de la mitad de la sociedad alemana para cometer verdaderas atrocidades contra la humanidad. Anularon la capacidad crítica del individuo, la racionalidad y asumieron proyectos que iban claramente contra sí mismos. 90 años después, estamos repitiendo los mismos patrones.

Cómo vacunarse contra la insensatez

Para combatir esta querencia hacia la insensatez, el filósofo e investigador José Antonio Marina ha publicado este apasionante y entretenidísimo libro. Un tratado de inmunología mental, como apunta su subtítulo, que pretende dotarnos de mecanismos para detectar los actos insensatos y poder corregirlos a tiempo.

Y tan preocupado está por la deriva que está tomando la realidad que antes de que se terminara de imprimir el libro quiso añadirle un interesantísimo prólogo de urgencia, para analizar lo pertinente de un libro como este tras la nueva victoria del magnate en las elecciones de Estados Unidos y su deriva internacional.

Además, este libro no es solo un repaso a nuestras debilidades y los riesgos que corremos, sino también un manual para no caer en estos errores, para detectar esas tácticas que pretenden corrompernos y un mapa para saber escapar de estos laberintos en los que nos meten quienes quieren sacar partido.

La vacuna contra la insensatez es un libro terriblemente ameno, con continuos ejemplos y constantes citas de otros autores

Pero que no les asuste el contenido, La vacuna contra la insensatezes un libro terriblemente ameno, con continuos ejemplos y constantes citas de otros autores. "Pongo muchas citas porque es como fichar en el trabajo: un testimonio de las horas empleadas", dice el autor en un momento dado.

Marina es una de las voces más balsámicas que poder escuchar en el ruido de las novedades literarias. Y nos está avisando: "La realidad no interesa, todo es discurso y quien se adueñe de él se adueña de la realidad". Seamos conscientes de la trampa y no lo permitamos.

Si somos tan inteligentes, ¿por qué caemos en tantas estupideces y atrocidades? ¿Por qué nos dejamos manipular por falsas creencias, teorías conspirativas y prejuicios? 

José Antonio Marina nos alerta de un peligro invisible pero real: los virus mentales, ideas que infectan y corrompen nuestra inteligencia, distorsionan nuestra memoria, sesgan nuestro juicio y nos vuelven vulnerables a la manipulación política, económica e ideológica.

A continuación, ofrecemos un fragmento de La vacuna contra la insensatez (Ariel), de José Antonio Marina.

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 Prólogo de urgencia

Hay una frase legendaria en el imaginario periodístico: «¡Que paren las rotativas!». Era señal de que había sucedido algo tan importante que exigía detener la impresión en curso. Lo mismo acaba de ocurrirme. Cuando este libro ya estaba a punto de imprimirse, he sentido la necesidad de detener el proceso para incluir este prólogo de urgencia. 

 ¿Qué suceso me ha incitado a hacerlo? El triunfo de Donald Trump, sus dos primeros meses de gobierno y su movilización de la ultraderecha mundial. Sin pretenderlo —y, desde luego, sin desearlo—, tengo frente a mí un colosal ejemplo de todo lo que he estudiado en este libro: el éxito de una gigantesca campaña de persuasión utilizando trucos elementales y tecnología sofisticada. Trump ha vencido abrumadoramente en el combate de las ideas y de la comunicación política, y seguirá haciéndolo mientras nadie sea capaz de enfrentarse a él en ese nivel. Las críticas que se reducen a un insulto —es un loco, un payaso, un ignorante, solo pretende enriquecerse— son insolventes. No se han percatado de la envergadura del fenómeno político que estamos viviendo. Trump se ve a sí mismo como un hombre implacable. Fight, fight, fight! es su lema. Me recuerda la nostalgia por la dureza que tenía el frágil Nietzsche y que expresa la queja que el carbón dirige al diamante: «¿Por qué eres tan duro y yo tan blando, si somos hermanos?». Me recuerda también a Hitler, que alardeaba de su dureza: «Soy un hombre duro, tal vez el más duro que haya conocido la historia».

Voy a hacer algunas comparaciones con el régimen nazi, pero quiero que se me entienda bien. No pretendo decir que Trump sea un nazi. Eso son críticas simplificadoras y perezosas. Hitler fue un criminal, sin duda, pero por desgracia fue también un genio político capaz de movilizar hasta el agotamiento las energías de un país. Trump es también un genio político, pero no es un criminal, o al menos eso esperamos todos. Sin embargo, el mundo entero está expectante sin saber lo que puede esperar. Ha funcionado un truco de prestidigitador político que, según Kissinger, inventó Nixon: la teoría del loco. La gente se cree cualquier amenaza por muy disparatada que parezca si la profiere alguien a quien se considera un demente. En esta situación, debemos recordar el consejo de Agustín de Hipona: «El futuro no existe y, por lo tanto, es incognoscible. Pero podemos leer los indicios en los que ya está presente».

Esta lectura, sin embargo, no es fácil. En 1940, Goebbels hacía balance burlón de las dos últimas décadas de diplomacia europea:

En 1933 debería haber habido un presidente francés que dijera (yo mismo lo habría dicho de haberme encontrado en su situación): «El nuevo canciller del Reich es el autor de Mi lucha, donde se dice esto y aquello. La vecindad de un hombre así es intolerable: ¡o desaparece o lucharemos!». Pero nadie pronunció ese ultimátum. Nos dejaron deslizarnos solos hasta la zona de mayor riesgo, y nosotros logramos navegar por ella sin encallar en ninguno de sus temibles arrecifes. Y cuando hubimos terminado, cuando estuvimos bien armados, mejor que ellos, entonces ¡empezaron la guerra!

Cuando Shawn McCreesh, prestigioso periodista del New York Times, preguntó a votantes republicanos cómo podían votar a Trump después de oírle propuestas disparatadas, le respondieron que sabían que toda esa palabrería desaparecería después de las elecciones. El paralelismo me inquieta.

Como he explicado en este libro, el genio político puede ser irracional y eso hace que haya razones convincentes para desconfiar de él. Trump es un genio político, pero de lo que denomino «política ancestral» (o también Realpoltik o Machtpolitik), la que se basa en el enfrentamiento amigo/ enemigo, busca juegos de suma cero, utiliza todas las técnicas a su alcance para conseguir o mantener el poder, es capaz de movilizar emocionalmente a mucha gente, utiliza la «razón de Estado» como legitimación de cualquier mentira, siente inclinación por el pensamiento conspiranoico y no se siente comprometido con lo que dice porque el Trump de ayer no es el Trump de hoy. A la política ancestral debería oponerse la «gran política», que no busca la victoria, sino la resolución de problemas, y tiene la convicción de que el derecho, en su búsqueda de la justicia, es la solución de mayor nivel. Opone la fuerza del derecho al derecho de la fuerza. El genio político arcaico puede triunfar y terminar un conflicto sin resolverlo. El genio político nuevo, el gran político, se empeña en solucionar problemas que a veces parecen intratables. ¿Será Trump un genio político moderno? No lo creo, pero la partida aún no ha terminado.

La política de fuerza defendida por Trump no es una novedad, por eso es el paradigma de la vieja política. Cuando en el año 2003 apareció el libro Poder y debilidad de Robert Kagan, un prestigioso politólogo miembro de la Fundación Carnegie para la Paz, produjo cierta conmoción porque planteaba con claridad un asunto con frecuencia oculto: Estados Unidos y Europa tienen una concepción distinta del poder y del uso de la fuerza. Kagan parte de un principio que cree corroborado por la historia: cuando una nación es débil, apela al derecho; cuando es fuerte, apela a la fuerza.

[…] La relativa debilidad de los europeos ha suscitado entre ellos un vivo interés por edificar un mundo en el que el poderío militar y las políticas de mano dura cuenten menos que un poder blando asentado en la pujanza económica; un orden mundial donde las instituciones y el derecho internacionales importen más que la voluntad de un solo país; donde ningún Estado, por poderoso que sea, esté autorizado a emprender acciones unilaterales; donde todas las naciones, independientemente de su poder, gocen de los mismos derechos y la misma protección en virtud de unas reglas de juego consensuadas internacionalmente. Puesto que parten de una posición relativamente débil, los europeos tienen un marcado interés por devaluar y eventualmente derogar la brutal ley de un mundo anárquico y hobbesiano, donde la seguridad y la prosperidad de un país vengan a la postre determinadas por la mera exhibición de la fuerza (p. 59).

Concluye despectivamente:

[…] Los europeos pretenden controlar al monstruo apelando a su conciencia (p. 65).

Esta idea del poder explica el desprecio de Trump por Europa y muchos comportamientos americanos en política exterior. El presidente Clinton, instigado por el secretario de defensa William Cohen, fue el primero en exigir que las tropas estadounidenses gozaran de inmunidad ante cualquier eventual causa que pudiera instruir contra ellas el incipiente Tribunal Penal Internacional, que se había convertido en la quintaesencia de las aspiraciones europeas a un mundo en el que todas las naciones fueran iguales bajo la ley. Durante la intervención en Serbia y Kosovo, el general Clark se quejaba de los continuos «legalismos europeos» que impedían una acción eficaz.

Frente a la «política arcaica», basada como siempre en la fuerza, la Unión Europea es un intento de implantar la nueva política, por eso me parece tan grave el auge de los movimientos antieuropeos. Europa es un proyecto para resolver los conflictos internacionales «sometiendo los Estados a la autoridad de las leyes». Como dijo Romano Prodi cuando era presidente de la Comisión Europea: «Europa tiene un papel que desempeñar en la gobernanza del mundo, un papel basado en la reproducción de la experiencia europea a escala global». Esa me parece la quintaesencia de la «política moderna». Ahora está claramente en recesión, y no me parece una buena noticia porque pone de manifiesto la dificultad que tienen las sociedades de aprender.

Como he intentado justificar en las páginas que siguen, la «política ancestral» crea un «marco de insensatez» que produce inevitablemente errores cognitivos y afectivos, equivocaciones y atrocidades. Debemos aplicar el «principio de Hanlon»: «Nunca atribuyas a la maldad lo que se explica adecuadamente por la estupidez». Llamar la atención sobre este asunto me parece urgente. Lo malo es que ese «marco de insensatez» ha contaminado el pensamiento humano porque engancha con fallos de diseño de nuestra inteligencia. Somos una especie muy inteligente, pero muy vulnerable. Los sesgos cognitivos y afectivos, lo que he denominado «chapuzas evolutivas», la dificultad de coordinar «tecnologías neuronales arcaicas» con «tecnologías neuronales modernas», nos hacen cometer «errores previsibles» que producen incomprensibles desdichas. Trump ha vuelto a demostrar el poder que tiene el pensamiento tribal. Contra estos fallos pretende actuar la vacuna que presento.

Lo llamativo es que las técnicas de persuasión utilizadas por Trump son también ancestrales, conocemos su funcionamiento; sin embargo, continúan siendo eficaces. Sabe que el sesgo de anclaje hace que el envite hecho al principio de una negociación, aunque sea disparatado y luego se retire, influye en el proceso. Los sistemáticos fact-chekings a los que han sido sometidas sus palabras no han funcionado porque previamente ha desacreditado a todas las instituciones que le podían criticar. Ha comprobado que repetir muchas veces la misma cosa acaba produciendo un espejismo de verdad. Ha conseguido, mediante un uso masivo de la comunicación personalizada, hacer normal lo que era inaudito. Ha ido incluso más lejos. Los obsesos del poder siempre han mentido, pero la situación actual es nueva. No es que se acepten las mentiras: es que se ha extendido la idea de que nada puede ser mentira porque nada puede ser verdad. Si lo que digo no concuerda con la realidad, la culpa es de la realidad, no mía. No es una broma, aunque lo parezca. Esta lógica fue precisamente la que empleó Kellyanne Conway, consejera presidencial de Trump, para justificar una mentira: «Son hechos alternativos». La famosa frase de Groucho Marx —«Estos son mis principios, pero si no le gustan, tengo otros»— ha sido aplicada ahora a los hechos: «Si no me gustan, tengo otros».

Esto también forma parte de la tradición política ancestral. En 2004, Karl Rove, asesor principal del presidente George W. Bush, despachó a los críticos de su gobierno acusándolos de «formar parte de una comunidad basada en la realidad» (!). La razón que dio resulta apabullante: «Ahora somos un imperio y, cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad». La realidad depende de mi poder. No hay ninguna otra fuente distinta de legitimación. Por eso, la ciencia no es más la superstición del poderoso.

Todo esto parece un truco de prestidigitador mental que la filosofía debería desmontar, pero en uno de los episodios más sorprendentes de la historia del pensamiento, la filosofía posmoderna se ha aliado con el ilusionista. Su influencia ha penetrado en la política estadounidense, como ha estudiado Lee McIntyre en Posverdad y en Sobre la desinformación. La filosofía posmoderna, duramente criticada por el pensamiento conservador en sus inicios, afirma precisamente eso, que la realidad no interesa, todo es discurso, y que quien se adueña del discurso, se adueña de la realidad. Desde esa perspectiva, todo, incluida la ciencia, son relatos, meras construcciones sociales. Esa propuesta aparentemente tan revolucionaria encantó a todos los autócratas. Para un dictador resulta estupendo que un filósofo le diga que puede determinar lo que es verdad. Es decir, que la filosofía posmoderna legitima las mentiras de Trump. En una entrevista en The Guardian del 12 de febrero de 2017, el más actual de los filósofos estadounidenses, Daniel Dennett, comentaba:

La filosofía no se ha cubierto precisamente de gloria con la forma en que ha manejado esta cuestión [la cuestión de los hechos y la verdad]. Quizás algunos comiencen ahora a darse cuenta de que los filósofos no son tan inocuos después de todo. A veces, las opiniones pueden tener consecuencias terribles que puede que lleguen a convertirse en realidad. Creo que lo que hizo el posmodernismo fue verdaderamente malvado. Son responsables de la moda intelectual que hizo que practicar el cinismo sobre la verdad y los hechos fuese algo respetable. Tienes a gente que anda diciendo por ahí: «Bueno, tú eres parte de esa gente que aún cree en los hechos».

Yo también creo en los hechos y en la posibilidad —sin duda esforzada— de conocerlos. En este momento, la filosofía debe recuperar su potente vocación científica y su necesaria misión de servicio público. La filosofía no es esa mezcolanza de aforismos, libros de autoayuda y centón de opiniones con que se la confunde: es el cultivo del pensamiento crítico, desarbolado ahora por la acción del virus mental que niega la posibilidad de un conocimiento verdadero y universalmente válido. Un virus que fomenta nuestra credulidad y nos hace vulnerables ante cualquier manipulador experimentado. Con una dolorosa experiencia a sus espaldas, Hannah Arendt ya advirtió: «El sujeto ideal para el gobierno totalitario no es el nazi o el comunista convencido, sino la gente para quien la distinción entre hechos y ficción, entre verdadero y falso, ya no existe». Trump ha entendido perfectamente el aire de los tiempos.

Los movimientos políticos actuales coinciden con una interesante novedad en Psicología: el aumento de investigaciones sobre la llamada «Psicología oscura». El año 2002, Delroy L. Paulhus y Kevin M. William, de la Universidad de British Columbia, publicaron un artículo hablando de la Triada Oscura de la Personalidad (Dark Triad): narcisismo, maquiavelismo, y psicopatía. Los tres rasgos de carácter provocan disfunciones sociales, a nivel subclínico. Se caracterizan por establecer relaciones de dominación, dependencia, explotación y manipulación.

Algunos autores hablan de una tétrada oscura porque incluyen el sadismo o la crueldad. Como ocurre casi siempre en Psicología, son conceptos borrosos, que más que definir con precisión un rasgo se limitan a subrayarlo dentro de un conjunto más amplio.

Está emergiendo una «Psicología oscura», encargada de estudiar esas relaciones, a las cuales habría que añadir las generadas por la «pasión del poder». Son rasgos de carácter que producen conductas destructivas para otras personas, porque limitan su libertad, anulan su ánimo, abocan a conductas insensatas o provocan desdicha. Por debajo de múltiples variantes parece dibujarse un «núcleo oscuro» común a todas ellas: el afán manipulador y la insensibilidad.

La filosofía, que debería ser la vacuna contra la insensatez, también debería enfrentarse con la Psicología oscura, pero ha sido víctima de eficientes virus mentales. No me resigno ante esta situación, por eso me parece importante elaborar una vacuna protectora. Reivindico los objetivos de la Ilustración: liberarnos de la credulidad y del poder absoluto. Hemos visto que ambas sumisiones van juntas. Tengo confianza en la capacidad de la inteligencia para alcanzar esos objetivos. Como muestra de coherencia y convicción, quiero terminar este prólogo con las mismas palabras con que acabé el prólogo de Historia universal de las soluciones:

Hegel dijo que la filosofía, como el búho de Minerva, levanta el vuelo al anochecer y siempre llega tarde. Tal vez tuviera razón. Pero si ese es el caso, necesitamos una filosofía madrugadora, que llegue a tiempo. El pesimismo tiene un prestigio intelectual que no merece.

 https://www.zendalibros.com/la-vacuna-contra-la-insensatez-de-jose-antonio-marina/

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