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El mal uso de las identidades contables. Trumpeconomics y otras falacias

 

El mal uso de las identidades contables. Trumpeconomics y otras falacias

José Luis Ferreira
Image by Steve Buissinne from Pixabay

Debido a las políticas de Trump, muchos economistas se han visto en la necesidad de explicar por enésima vez algunos conceptos básicos de contabilidad nacional. Como cualquier otro instrumento, la contabilidad puede ser usada de manera errónea de, al menos, dos maneras. La primera es para hacerle decir aquello que no puede. La segunda, para decir cosas que la contabilidad desmiente. Dedicaré esta entrada a poner algunos ejemplos de ello y de cómo esos errores tienen profundas consecuencias en tanto en la ideología como en las políticas.

La composición del PIB

Probablemente la identidad contable más famosa de las cuentas macroeconómicas sea la que desagrega la producción de un país según el gasto:

Y = PIB = C + G + I + XN

El producto interior bruto de un país (llámese Y) es igual a la suma del consumo C, el gasto público G, la inversión I y las exportaciones netas XN (la diferencia entre exportaciones e importaciones). Pase lo que pase, la producción será igual a la suma de esos cuatro términos por definición y de esa identidad no podrá deducirse ninguna relación causal entre ellos. Sin embargo, es muy frecuente leer noticias como «el PIB crece impulsado por el consumo y la inversión» (aquí). Otras veces es el gasto público o las exportaciones, según los cambios en esas magnitudes respecto al anterior periodo contable.

No quiero decir que algunas afirmaciones de ese estilo no puedan ser ciertas, sino que los cambios en la identidad contable de un año para otro no pueden ser el argumento que las justifique. Para ello es necesario un modelo explicativo sobre el funcionamiento de la economía. Sin ese modelo se corre el riesgo de decir cosas como esta (aquí):

Cuando las exportaciones netas son negativas, es decir, cuando un país presenta un déficit comercial porque importa más de lo que exporta, este hecho resta al crecimiento. (Peter Navarro, consejero de comercio de Donald Trump)

Para desmentir esta afirmación basta entender que es posible y, de hecho, ocurre, que una acción encaminada a disminuir las importaciones pueda afectar también a los otros términos de la igualdad, por lo que la conclusión de Navarro no es legítima.

EE. UU. subsidia a Canadá y al resto del mundo.

EE. UU. mantiene un déficit comercial con el resto del mundo. Sus importaciones son inferiores a sus exportaciones. Esto no implica subsidio alguno, más que en la cabeza de quienes se creyeran que las importaciones restan al PIB por no entender la identidad contable anterior ni, por tanto, entender la siguiente:

XN + KN = VR.

Esta otra identidad contable dice que, en la balanza de pagos de un país, la suma de los déficits por cuenta corriente (XN, exportaciones netas), y por cuenta de capital (KN, entradas netas de capital) debe ser igual a la variación en la reserva de divisas (VR).

Pongamos que VR = 0. Si un país compra al exterior más de lo que vende, será porque tiene dinero que llega de otro lado que no sean las exportaciones. Ese lado es la entrada de divisas en la cuenta de capital (inversiones extranjeras en el país o algún otro movimiento financiero, por ejemplo). Si se carece de ese superávit en la cuenta de capital no hay dinero para importar más de lo que se exporta (a no ser que se usen las divisas en la reserva).

Tan (des)acertado es decir que EE. UU. subvenciona a Canadá por 200 000 millones de dólares (su déficit comercial) como decir que Canadá subvenciona a EE. UU. con bienes por valor de 200 000 millones de dólares. Tan desacertado es decir que EE. UU. subvenciona al resto del mundo de 1 000 000 millones de dólares porque este su déficit comercial como decir que el resto del mundo subvenciona a EE. UU. por esa cantidad porque hace esa inversión de capital en ese país.

El déficit público

Otra identidad contable importante que se obtiene a partir de las distintas maneras de desagregar el PIB es la siguiente:

G – T = S – Ip – XN

En esta relación, G sigue siendo el gasto público y T son los impuestos (y, por tanto, G – T es el déficit público), S es el ahorro privado e Ip, la inversión privada. Para simplificar podemos suponer que las exportaciones netas son cero, XN = 0, y analizar una economía cerrada, o considerar el sector exterior como un agente privado más. De nuevo, hay quien ve relaciones causales donde no debe:

Los déficits del gobierno equivalen a los superávits de las entidades no gubernamentales, generando ingresos que pueden ser ahorrados. (L. Randall Wray, destacado promotor de la teoría monetaria moderna, aquí)

Contablemente, es así, pero obsérvese ese gerundio de posteridad que sugiere una relación causal y cómo se viste la consecuencia como algo positivo (¿quién puede estar en contra de generar ingresos?). Sin embargo, el déficit público ni genera ingresos ni deja de hacerlo. Lo único que dice es que, si el gobierno tiene déficit es porque este es financiado por el sector privado (invirtiendo en deuda pública con su ahorro) o el exterior. Hasta que no se muestre que ese dinero está mejor gastado por el gobierno que por el sector privado, la generación de ingresos estará sacada de la manga.

La teoría cuantitativa del dinero

En realidad, esta teoría es la siguiente identidad, que debe darse en modelos donde solamente existe dinero fiduciario (sin entrar en lo bien o mal respaldado que esté):

MV = PY

La relación dice que la cantidad de dinero (M) por su velocidad (V) de uso es igual a la renta nacional (Y) por el nivel de precios (P). Es una identidad porque V se define a partir de los otros tres términos. Se puede discutir sobre si la velocidad está bien definida así o si podemos medir los términos con la suficiente precisión, pero la expresión seguirá siendo una identidad. Fijémonos en lo fácil que parece argumentar que un aumento de M (emisión de moneda por parte del Banco Central para financiar gasto público, por ejemplo) implica un aumento de Y. Basta con reescribir la identidad como

Y = MV/P

Sin embargo, igual de erróneo es decir que un aumento de la masa monetaria implica un aumento de la actividad (bajo un argumento pretendidamente keynesiano, y que subestima el argumento original, que requiere capacidad productiva ociosa por rigideces del sistema) como decir que ese aumento se traduce automáticamente en un aumento del nivel de precios. Un argumento igual de mal hecho señala que, para controlar la inflación, basta con reducir la masa monetaria, como defendía el candidato conservador a las recientes elecciones presidenciales de Canadá (aquí). Podrá ser cierto, pero hará falta mostrar que se hace de manera que V no aumenta o que no afecta negativamente a Y.

El dinero es deuda

Esta es una frase repetida por seguidores de escuelas tan distintas como la austriaca o la teoría monetaria moderna (este documental se hizo famoso). El argumento es que, cuando un banco presta dinero, lo hace con una anotación contable en la que se señala este préstamo como una deuda del prestatario hacia el banco. No hace falta nada más. Ese dinero no existía y ahora existe porque existe esa deuda. Naturalmente, el argumento implica que esto es algo indebido, porque el dinero debe estar respaldado por un activo, no por un pasivo. Sin embargo, toda esta explicación oculta algo que sabe cualquiera que haya tomado un curso elemental de contabilidad: la doble entrada. Todo apunte contable tiene dos anotaciones, una como activo (en el haber), y otra como pasivo (en el debe) y todos los saldos de todas las cuentas deben quedar a cero, por definición, porque son identidades contables. Tan bien o tan mal está decir que el dinero es deuda como decir que es un activo. Este tipo de discursos no dicen nada acerca de lo acertado del diseño de un sistema bancario.

Un poco más elaborado es el discurso según el cual los bancos crean dinero de la nada, de nuevo para vestir de connotaciones negativas el diseño del sistema bancario. Un banco puede emitir préstamos muy por encima de su reserva de caja y esta diferencia es el dinero creado por el multiplicador bancario (Hugo Rodríguez nos lo explicó en esta entrada). Ese nuevo dinero, sin embargo, corresponde siempre a depósitos y debe ser devuelto en cuanto se reclame. Aunque, en la práctica, siempre haya unas cantidades sin reclamar, estas nunca son ganancias del banco. El negocio bancario son los intereses por los préstamos (y las comisiones por casi todo), no el dinero creado al albur de identidades contables.

A modo de conclusión

Las identidades contables no sirven para establecer causalidades, para esto están los modelos económicos. Sí sirven, en cambio, para mostrar las incoherencias (si no ignorancia) de algunos discursos.

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