El mal uso de las identidades contables. Trumpeconomics y otras falacias
El mal uso de las identidades contables. Trumpeconomics y otras falacias

Debido a las políticas de Trump, muchos economistas se han visto en la necesidad de explicar por enésima vez algunos conceptos básicos de contabilidad nacional. Como cualquier otro instrumento, la contabilidad puede ser usada de manera errónea de, al menos, dos maneras. La primera es para hacerle decir aquello que no puede. La segunda, para decir cosas que la contabilidad desmiente. Dedicaré esta entrada a poner algunos ejemplos de ello y de cómo esos errores tienen profundas consecuencias en tanto en la ideología como en las políticas.
La composición del PIB
Probablemente la identidad contable más famosa de las cuentas macroeconómicas sea la que desagrega la producción de un país según el gasto:
Y = PIB = C + G + I + XN
El producto interior bruto de un país (llámese Y) es igual a la suma del consumo C, el gasto público G, la inversión I y las exportaciones netas XN (la diferencia entre exportaciones e importaciones). Pase lo que pase, la producción será igual a la suma de esos cuatro términos por definición y de esa identidad no podrá deducirse ninguna relación causal entre ellos. Sin embargo, es muy frecuente leer noticias como «el PIB crece impulsado por el consumo y la inversión» (aquí). Otras veces es el gasto público o las exportaciones, según los cambios en esas magnitudes respecto al anterior periodo contable.
No quiero decir que algunas afirmaciones de ese estilo no puedan ser ciertas, sino que los cambios en la identidad contable de un año para otro no pueden ser el argumento que las justifique. Para ello es necesario un modelo explicativo sobre el funcionamiento de la economía. Sin ese modelo se corre el riesgo de decir cosas como esta (aquí):
Cuando las exportaciones netas son negativas, es decir, cuando un país presenta un déficit comercial porque importa más de lo que exporta, este hecho resta al crecimiento. (Peter Navarro, consejero de comercio de Donald Trump)
Para desmentir esta afirmación basta entender que es posible y, de hecho, ocurre, que una acción encaminada a disminuir las importaciones pueda afectar también a los otros términos de la igualdad, por lo que la conclusión de Navarro no es legítima.
EE. UU. subsidia a Canadá y al resto del mundo.
EE. UU. mantiene un déficit comercial con el resto del mundo. Sus importaciones son inferiores a sus exportaciones. Esto no implica subsidio alguno, más que en la cabeza de quienes se creyeran que las importaciones restan al PIB por no entender la identidad contable anterior ni, por tanto, entender la siguiente:
XN + KN = VR.
Esta otra identidad contable dice que, en la balanza de pagos de un país, la suma de los déficits por cuenta corriente (XN, exportaciones netas), y por cuenta de capital (KN, entradas netas de capital) debe ser igual a la variación en la reserva de divisas (VR).
Pongamos que VR = 0. Si un país compra al exterior más de lo que vende, será porque tiene dinero que llega de otro lado que no sean las exportaciones. Ese lado es la entrada de divisas en la cuenta de capital (inversiones extranjeras en el país o algún otro movimiento financiero, por ejemplo). Si se carece de ese superávit en la cuenta de capital no hay dinero para importar más de lo que se exporta (a no ser que se usen las divisas en la reserva).
Tan (des)acertado es decir que EE. UU. subvenciona a Canadá por 200 000 millones de dólares (su déficit comercial) como decir que Canadá subvenciona a EE. UU. con bienes por valor de 200 000 millones de dólares. Tan desacertado es decir que EE. UU. subvenciona al resto del mundo de 1 000 000 millones de dólares porque este su déficit comercial como decir que el resto del mundo subvenciona a EE. UU. por esa cantidad porque hace esa inversión de capital en ese país.
El déficit público
Otra identidad contable importante que se obtiene a partir de las distintas maneras de desagregar el PIB es la siguiente:
G – T = S – Ip – XN
En esta relación, G sigue siendo el gasto público y T son los impuestos (y, por tanto, G – T es el déficit público), S es el ahorro privado e Ip, la inversión privada. Para simplificar podemos suponer que las exportaciones netas son cero, XN = 0, y analizar una economía cerrada, o considerar el sector exterior como un agente privado más. De nuevo, hay quien ve relaciones causales donde no debe:
Los déficits del gobierno equivalen a los superávits de las entidades no gubernamentales, generando ingresos que pueden ser ahorrados. (L. Randall Wray, destacado promotor de la teoría monetaria moderna, aquí)
Contablemente, es así, pero obsérvese ese gerundio de posteridad que sugiere una relación causal y cómo se viste la consecuencia como algo positivo (¿quién puede estar en contra de generar ingresos?). Sin embargo, el déficit público ni genera ingresos ni deja de hacerlo. Lo único que dice es que, si el gobierno tiene déficit es porque este es financiado por el sector privado (invirtiendo en deuda pública con su ahorro) o el exterior. Hasta que no se muestre que ese dinero está mejor gastado por el gobierno que por el sector privado, la generación de ingresos estará sacada de la manga.
La teoría cuantitativa del dinero
En realidad, esta teoría es la siguiente identidad, que debe darse en modelos donde solamente existe dinero fiduciario (sin entrar en lo bien o mal respaldado que esté):
MV = PY
La relación dice que la cantidad de dinero (M) por su velocidad (V) de uso es igual a la renta nacional (Y) por el nivel de precios (P). Es una identidad porque V se define a partir de los otros tres términos. Se puede discutir sobre si la velocidad está bien definida así o si podemos medir los términos con la suficiente precisión, pero la expresión seguirá siendo una identidad. Fijémonos en lo fácil que parece argumentar que un aumento de M (emisión de moneda por parte del Banco Central para financiar gasto público, por ejemplo) implica un aumento de Y. Basta con reescribir la identidad como
Y = MV/P
Sin embargo, igual de erróneo es decir que un aumento de la masa monetaria implica un aumento de la actividad (bajo un argumento pretendidamente keynesiano, y que subestima el argumento original, que requiere capacidad productiva ociosa por rigideces del sistema) como decir que ese aumento se traduce automáticamente en un aumento del nivel de precios. Un argumento igual de mal hecho señala que, para controlar la inflación, basta con reducir la masa monetaria, como defendía el candidato conservador a las recientes elecciones presidenciales de Canadá (aquí). Podrá ser cierto, pero hará falta mostrar que se hace de manera que V no aumenta o que no afecta negativamente a Y.
El dinero es deuda
Esta es una frase repetida por seguidores de escuelas tan distintas como la austriaca o la teoría monetaria moderna (este documental se hizo famoso). El argumento es que, cuando un banco presta dinero, lo hace con una anotación contable en la que se señala este préstamo como una deuda del prestatario hacia el banco. No hace falta nada más. Ese dinero no existía y ahora existe porque existe esa deuda. Naturalmente, el argumento implica que esto es algo indebido, porque el dinero debe estar respaldado por un activo, no por un pasivo. Sin embargo, toda esta explicación oculta algo que sabe cualquiera que haya tomado un curso elemental de contabilidad: la doble entrada. Todo apunte contable tiene dos anotaciones, una como activo (en el haber), y otra como pasivo (en el debe) y todos los saldos de todas las cuentas deben quedar a cero, por definición, porque son identidades contables. Tan bien o tan mal está decir que el dinero es deuda como decir que es un activo. Este tipo de discursos no dicen nada acerca de lo acertado del diseño de un sistema bancario.
Un poco más elaborado es el discurso según el cual los bancos crean dinero de la nada, de nuevo para vestir de connotaciones negativas el diseño del sistema bancario. Un banco puede emitir préstamos muy por encima de su reserva de caja y esta diferencia es el dinero creado por el multiplicador bancario (Hugo Rodríguez nos lo explicó en esta entrada). Ese nuevo dinero, sin embargo, corresponde siempre a depósitos y debe ser devuelto en cuanto se reclame. Aunque, en la práctica, siempre haya unas cantidades sin reclamar, estas nunca son ganancias del banco. El negocio bancario son los intereses por los préstamos (y las comisiones por casi todo), no el dinero creado al albur de identidades contables.
A modo de conclusión
Las identidades contables no sirven para establecer causalidades, para esto están los modelos económicos. Sí sirven, en cambio, para mostrar las incoherencias (si no ignorancia) de algunos discursos.
La crítica pierde fuerza en este contexto.
Aunque es cierto que los bancos tienen poder estructural, eso no es un punto que el autor esté discutiendo ni negando. Por tanto, no puede criticarse por ignorarlo. Sería como criticar a alguien que describe la ley de la gravedad por no mencionar sus efectos en la aviación.
Crítica 3: Omisión de efectos distributivos
"No considera quién se beneficia de este sistema. Los bancos obtienen ganancias por intereses sobre dinero que ellos mismos crean, mientras que el resto de la sociedad debe trabajar para obtener ese mismo dinero."
Esta crítica señala un tema relevante en debates sobre el sistema monetario, pero el autor nunca entra en ese terreno. Él no está intentando ofrecer un análisis completo del sistema financiero, sino criticar una línea argumental simplista y repetida: la que concluye que "el sistema está mal porque el dinero es deuda".
El autor mismo aclara que estos discursos “no dicen nada acerca del diseño del sistema bancario”. No porque ese diseño no importe, sino porque esa crítica, según él, está mal formulada desde el punto de vista conceptual.
Reevaluación:
La crítica es válida como comentario independiente, pero no refuta el argumento del autor, ni revela un error lógico o fáctico. En este contexto, la crítica está fuera de foco: le exige al autor tratar una cuestión (distribución de beneficios) que no está dentro del alcance del argumento que él está analizando y rechazando.
Crítica 4: Falsa equivalencia
"Decir que 'tan bien está decir que el dinero es deuda como que es un activo' es problemático. Desde la perspectiva del emisor (banco), es un activo, pero desde la perspectiva sistémica y social, representa deuda que debe pagarse con intereses."
La frase que critica ("Tan bien o tan mal está decir que el dinero es deuda como decir que es un activo") no intenta establecer una equivalencia moral o social. Más bien, busca señalar la ambigüedad o la limitación de ese tipo de afirmaciones si se hacen en términos puramente contables. El punto del autor es que el dinero, desde una perspectiva contable, siempre tiene dos caras: activo para uno, pasivo para otro.
Por tanto, esa “falsa equivalencia” no es tal si se entiende que el autor habla dentro del marco contable, no del sistémico o social.
La crítica es inadecuada tal como está formulada.
Asume que el autor está hablando de una equivalencia en términos sistémicos o normativos, cuando claramente está haciendo una observación contable. La crítica confunde niveles de análisis: contabilidad vs. teoría social o política del dinero.
Gemini:
En resumen, una forma de "atacar" la posición de la IA de José Luis es argumentar que su defensa del autor lo presenta como si estuviera operando en un vacío puramente técnico-contable, cuando el propio texto original sitúa el debate en un contexto más amplio de escuelas de pensamiento, ideología y políticas [1, Introducción]. Las críticas de Jordi, aunque no refuten directamente el punto contable específico del autor, sí abordan aspectos relevantes del "diseño del sistema bancario" que el autor menciona, y la defensa de José Luis podría estar subestimando esta conexión al declarar esas críticas como irrelevantes o "fuera de foco".
Con este intercambio de pareceres entre inteligencias artificiales hemos constatado que la ley de Brandolini también se cumple en ellas.
Gemini se da por enterada de lo que dice ChatGPT, pero insiste en la tontería, tal vez porque se haya visto forzada a «atacar» una posición sólida. Al parecer, como muchos humanos, opina que señalar un argumento mal hecho para defender X significa no defender X o, por lo menos, subestimar una conexión de ideas, un discurso que consiste en juntar y hacerlas pasar por un argumento. Creo que es mejor pararlo aquí.