La tecnologia tendra sus riesgos para que las personas que no la entiendan VS Tendremos una adaptación para entender la tecnologia
La tecnologia tendra sus riesgos para que las personas que no la entiendan
Si no entendemos cómo funcionan las tecnologías que tenemos delante y que están configurando nuestra sociedad y nuestro futuro, seremos el blanco perfecto para que nos manipule cualquier compañía, partido político o, como hemos visto, un simple programa de entretenimiento o una persona con muchas ansias de ego
Poco informados, bien manipulados
Para aquellos que habéis visto Black Mirror, supongo que os habrá venido a la cabeza el episodio de Be Right Back. En este capítulo, orientado en un futuro distópico, una chica que se encuentra en plena fase de negación del duelo por la muerte de su pareja, compra una réplica de su chico, entrenada con inteligencia artificial, que ha recopilado todos los datos de su teléfono móvil y redes sociales: sus gustos, su manera de hablar, y toda aquella información que podría recopilar una máquina de todas nuestras conversaciones digitales. No os diré cómo continúa la historia porque no me gusta hacer spoilers.
El caso es que el experimento de El Hormiguero no estaba tan elaborado, pero de mala leche y ganas de manipular sí iba bien cargado. Lo único que reproducían del familiar era su voz, pero el contenido lo elaboraba otra persona, oculta, a través de un ordenador.
Está claro que a todos nos emocionaría y haría llorar volver a escuchar esa voz que hace tiempo que no sentimos. Pero otra cosa bien distinta es caer en la trampa que, detrás de esa voz, se encuentra realmente aquel ser querido. Y sabe grave -y mucha rabia- escuchar conversaciones como:
- ¿Cómo estás, Alba? Soy tu yegua. Cuánto tiempo ha pasado...
- Mucho. Mucho tiempo (y estalla a llorar).
- Hace mucho tiempo que no hablamos, ¿qué me explicas?
- El año pasado me conseguí sacar el carné de conducir, yegua. (...) Mis padres se casaron, y yo estoy saliendo con el Pablo...
Y ya paro, porque el resto de la conversación es un cóctel de preguntas y respuestas muy morboso y fastidioso.
El hecho es que realmente el equipo de El Hormiguero les avisa antes de empezar: "Hemos utilizado el audio que nos vais a enviar y lo hemos clonado a través de inteligencia artificial para que podáis hablar con vuestro ser querido". Pero si no explican más y las personas que tienen delante no saben cómo funciona la inteligencia artificial, pueden llegar a creer que detrás de esta tecnología hay algo mágico que lo hace posible. Y por ello, hay una participante que responde a la propuesta: "Y tanto. Quiero escucharla, quiero hablar con ella". Pero todos los que conocemos mínimamente cómo funciona la IA, sabemos que esto no es posible; como tampoco es posible que el ChatGPT acierte el número que tocará en la Grossa, y esta Navidad, vimos como muchas personas le consultaron.
"Tampoco es posible que el ChatGPT acierte el número que tocará en la Grossa, y esta Navidad, vimos como muchas personas le consultaron"
Un ejemplo más, antes de irme a las conclusiones. Este enero el expresidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales -desgraciadamente conocido por todos- publicó en su cuenta de X (Twitter) que había conseguido vender toda su colección de NFT en solo tres horas. Supongo que ni él ni todo su equipo de comunicación conocían bien cómo funciona la blockchain, porque justamente, uno de los mayores beneficios de esta tecnología es su trazabilidad: toda la información relacionada con aquellos tokens y cualquier movimiento que se haga con ellos, es transparente e inmutable. Todo el mundo lo puede ver. ¿Qué había pasado realmente con la colección de NFT de Rubiales? Pues que la mayoría de sus activos les habían comprado cuentas relacionadas con sus socios de The Moon Labs. Ningún fan real los había comprado. Sus cromos no habían generado demanda. Pero el tuit se lo marcó tan a gusto y, de hecho, muchos periódicos se hicieron eco: Europa Press, El Español, El Independiente...
Si no entendemos cómo funcionan las tecnologías que tenemos delante y que están configurando nuestra sociedad y nuestro futuro, seremos el blanco perfecto para que nos manipule cualquier compañía, partido político o, como hemos visto, un simple programa de entretenimiento o una persona con muchas ansias de ego. Nos hace falta, como sociedad, más educación digital y mucha más curiosidad. Y esta primera no solo debe proveerse en las aulas: tenemos la gran suerte de tener a nuestro alcance más información que ninguna otra generación ha tenido nunca en sus manos. Y la tenemos, en el fondo, a solo unos pocos clics.
Nunca lo habíamos tenido tan fácil, pero ellos -los manipuladores- siguen ganando la partida. Supongo que en el fondo, ellos -también- nunca lo habían tenido tan fácil.
Poco informados, bien manipulados; por Elena Busquets (viaempresa.cat)
A partir de los 55, analfabetos sin red (larazon.es)
El grueso de este batallón de ignorantes digitales se sitúa a partir de los 65 años y confiesa en pleno siglo XXI, sin ningún tipo de pudor, no haber navegado jamás por la red. Pese a ello, 39 de cada 100 mayores de 65 años que entran en internet lo hacen más de una vez al día.
El fiel de la balanza digital lo equilibran los más jóvenes, pertenecientes a lo que se conoce como la Generación Y, los millenials. De los 9,4 millones de personas de edades comprendidas entre los 16 a los 34 años, sólo 133.696 admiten no haberse conectado en la vida.
¿Pero es la edad el único factor que explica esta brecha digital entre generaciones? ¿Cómo influyen en esta realidad la formación académica, la situación económica y laboral, el tamaño de la población en la que se vive y el tiempo libre disponible?
Es evidente que la edad influye en la pericia digital por el momento industrial vivido, como es el caso de las generaciones denominadas baby boomers, los nacidos entre 1945 y 1964 y que han asistido a una auténtica revolución digital, aunque no sean nativos, y la silenciosa, integrada por los que tienen ahora más de 74 años de edad. De hecho, sólo un cuarto de los componentes de estas dos generaciones reconoce poseer habilidades digitales y competencias informáticas avanzadas
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Nicholas Carr, publicó un superventas del New York Times, finalista del Pullitzer y traducido a 25 idiomas, que le reafirmó como el principal crítico de internet en ese momento:The shallows: what the Internet is doing to our brains("Superficiales: lo que internet está haciendo con nuestras mentes").
Los hipervínculos no nos permiten concentrarnos, dijo entonces Carr. Hoy traslada su teoría a los celulares que, asegura, debilitan nuestra forma de pensar incluso cuando están apagados."Por desgracia, mis predicciones sobre internet se han cumplido y son incluso peores de lo que esperaba", le dice a BBC Mundo.
Mi sensación —por mi propia experiencia y por las de otras personas con las que hablé, además de los estudios que se estaban realizado entonces— era que internet iba a suponer un gran cambio en la manera en que pensamos y leemos, pero tenía dudas sobre si estaba dándole demasiada importancia a esa tendencia.
Lamentablemente, los estudios que se han publicado en los últimos años respaldan lo que predije.
De hecho, los efectos adversos de la tecnología en nuestra capacidad mental son incluso mayores de lo que yo me esperaba.
El uso de esta tecnología tiene grandes repercusiones mentales porque que nos roba nuestra atención, y eso hace que pensemos más deficientemente.
¿Cuáles son para ti los cambios más preocupantes en nuestra forma de pensar y de procesar información que se derivan del uso de las nuevas tecnologías?
Sabemos que el cerebro humano se adapta a su entorno; nuestra mente se vuelve muy buena en los modos de pensar que practicamos mucho, pero si no los practicamos comienza a perder esa habilidad.
En términos generales, internet nos brinda información de una manera que debilita nuestra capacidad para prestar atención.
Obtenemos una enorme cantidad de información cuando navegamos por internet o cuando usamos el celular, pero nos llega de manera muy fragmentada; muchos pedacitos de información multimedia (sonidos, fotos, imágenes en movimiento, textos) que compiten entre sí, solapándose mutuamente.
A eso hay que sumar las muchísimas interrupciones de las alertas y notificaciones, y el hecho de que sabemos que siempre hay nueva información disponible.
Hemos aprendido a estar constantemente estimulados para recabar pedacitos de información todo el tiempo, pero no nos sentimos estimulados para tomarnos las cosas con calma, para concentrarnos, para estar enfocados en algo, para prestar atención.
Las formas más elevadas de pensamiento —la contemplación, la reflexión, la introspección, incluso la respiración profunda— requieren que prestemos atención, que eliminemos las distracciones y las interrupciones.
Sin embargo, la tecnología de internet hace exactamente lo opuesto: nos interrumpe y nos distrae constantemente.
Como consecuencia, estamos perdiendo nuestra capacidad de implicarnos en las formas más elevadas de pensamiento que tenemos disponibles los seres humanos.
Quienes critican la llamada "economía de la atención" o el "capitalismo de vigilancia", que permite a las empresas ganar dinero consiguiendo nuestra atención, ofrecen argumentos similares. Me viene a la cabeza el documental de Netflix "El dilema de las redes sociales". ¿Crees que ahora nos preocupa más que las nuevas tecnologías nos hagan más vulnerables, que tal vez somos más conscientes de ello?
¡Sin duda! Y creo eso es algo muy positivo.
Hace 10 años, cuando escribí The Shallows, todavía estábamos muy entusiasmados con internet, con nuestros nuevos smartphones, con Facebook y Twitter. Nos fascinaba la cantidad de información que obteníamos todo el tiempo.
Yo no fui el único en suscitar preocupaciones pero, sin duda, cuando el libro se publicó hubo muchas críticas y cuestionamientos hacia mis argumentos.
Desde entonces nos hemos vuelto, tanto como individuos como sociedades, mucho más conscientes de que esta tecnología está cambiando cómo pensamos y de que está haciendo que nos resulte mucho más difícil concentrarnos.
La tecnología no es para nada el grandioso boom que se concibió en el 2010. Lo bueno es que al menos nos estamos dando cuenta de nuestra dependencia hacia ella y de los problemas que causa.
Lo que no hemos hecho todavía es pasar de ser conscientes a cambiar nuestro comportamiento... y esa es la parte crucial.
Nos quejamos de los efectos de internet y de las redes sociales, pero nos resulta muy difícil reducir nuestra dependencia.
La contraportada de tu libro recoge la pregunta con la que titulaste un artículo en The Atlanticque tuvo mucha repercusión en 2008: Is Google making us stupid? ("¿Nos está volviendo Google más estúpidos?") Si te lo pregunto ahora, ¿qué me respondes?
Pues te diría que sí.
Me explico: hay muchas maneras de pensar y de ser inteligente. Sin duda, Google, al proporcionarnos toda esa información, nos ayuda a ser inteligentes de cierta manera —a investigar más rápidamente, a encontrar información específica que buscamos— pero, a la larga, Google (y otros servicios de internet) quebranta nuestra capacidad de pensar en profundidad.
Partiendo de esa base, creo que Google y otras empresas tienen un efecto perjudicial en el intelecto humano.
Algunos expertos dicen que los nativos digitales tienen un coeficiente intelectual más bajo que sus padres...
Hay algunas indicaciones de que eso sea así, aunque todavía es pronto para sacar conclusones.
Pero podemos observar el famoso efecto Flynn. Durante todo el siglo XX, el coeficiente intelectual subió de manera consistente y continuada. Pero más recientemente, hemos visto algunas señales de que los resultados de tests y pruebas de inteligencia han comenzado a descender.
Creo que habrá que esperar para ver qué pasa, pero esos resultados son reveladores.
Cuando llegó internet, todo el mundo pensó que nos íbamos a volver más inteligentes, pero si te fijas en los indicadores de inteligencia, más bien vemos lo contrario.
Todas las esperanzas que teníamos de que internet nos haría más inteligentes, más abiertos de mente y más intelectualmente conscientes no parecen haberse cumplido.
Más bien estamos yendo hacia la otra dirección. Nos estamos volviendo menos inteligentes, más cerrados de mente y, de cierta manera, intelectualmente limitados por la tecnología.
Algo que ha cambiado mucho en los últimos 10 años es la explosión en el uso de las redes sociales, ¿qué opinas al respecto?
La mayor parte del tiempo que pasamos en internet es usando las redes sociales, que además se han convertido en la principal fuente de información para muchas personas. Pero se nos olvida que las redes sociales no fueron diseñadas para ese propósito.
Tendemos a obtener fragmentos de noticias y de titulares, y terminamos poniendo mucho énfasis en la información que llama nuestra atención al instante, que suele ser muy emocional y muy exagerada, y a menudo son noticias falsas.
Las redes sociales se han beneficiado ampliamente de ello. Eso hace que vivamos en sociedades más polarizadas, que pensemos de manera más emocional y menos racional, aun cuando se trata de asuntos muy complejos.
Hemos visto todo tipo de efectos dañinos que emergen de la pereza y la conveniencia de nuestra decisión de usar las redes sociales como el principal medio para informarnos sobre casi cualquier cosa.
Es un poco triste porque, cuando la gente comenzó a usar internet, todo el mundo pensó que nos permitiría obtener información de fuentes muy diferentes, que cuestionaría nuestras presunciones, que ampliaría nuestra forma de pensar. Pero lo que ha ocurrido es que el suministro de información ha sido controlado por un puñado de grandes tecnológicas.
Esas empresas saben exactamente qué información deben darnos para que sigamos volviendo a por más, para que sigamos adictos a sus servicios.
Como los seres humanos somos animales sociales y tenemos tanta información en las redes socialmente relevante disponible todo el tiempo, tendemos a volvernos más compulsivos cuando usamos esos servicios.
Por un lado, está esa enorme consolidación de poder de las grandes tecnológicas. Por otro, nuestro propio comportamiento, que aumenta nuestra dependencia hacia ellas.
Es fácil sentirnos indefensos. ¿Qué podemos hacer para gestionar esa dependencia?
Hoy día, como sociedad, estamos teniendo dificultades para determinar cómo responder a todos los problemas políticos, sociales y culturales que emergen del hecho de que unas pocas compañías tengan tanto poder sobre la información.
Y creo que todavía no hemos encontrado la respuesta.
La buena noticia es que somos más conscientes de ello y cada vez cuestionamos más el poder de estas empresas, pero no hemos cambiado realmente nuestro comportamiento porque sus servicios nos atraen mucho.
Un cambio de dirección requerirá cambios en el comportamiento individual, cambios legales que establezcan controles en el poder de estas empresas y cambios sociales.
Tendremos que cuestionar nuestras normas sociales, además de nuestros comportamientos, y cambiarlas.
Yo tengo mis dudas sobre si seremos exitosos en eso o no. Dar marcha atrás en este punto de un comportamiento al que ya nos hemos acostumbrado es un reto muy difícil
El escritor y filósofo italiano Umberto Eco ya había advertido que las redes sociales dan el derecho a hablar a legiones de idiotas. Ahora es el libro ‘La fábrica de cretinos digitales’, del neurocientífico francés Michel Desmurget, el que señala que estamos creando a la primera generación con un coeficiente intelectual más bajo que el de sus padres. El sociólogo Héctor Chiriboga ahonda sobre la ignorancia en la era digital
La era digital trae su propia ignorancia - El Comercio
La Importancia de Adaptarse a Los Cambios Tecnológicos
Que en los últimos años la sociedad en general y el sector tecnológico en particular, han sufrido importantes cambios y con ellos un desarrollo rápido e inevitable al que todos en general y las empresas en particular, hemos tenido que adaptarnos, es evidente. Llegado un punto, todo el que no sea capaz de seguir este ritmo corre el riesgo de “quedarse fuera”.
El progreso de las tecnologías de la información, entre las que se encuentran equipos y aplicaciones informáticas y las telecomunicaciones, han surtido tal efecto que en la actualidad no dudamos en decir que formamos parte de la Sociedad de la Información, un modelo de Sociedad que sustituye a cualquier otro modelo de sociedad anterior.
Y en una sociedad cómo esta, en la que para poder seguir adelante es condición indispensable adaptarse y adoptar cambios tecnológicos, más de uno puede echarse a temblar. Sin embargo, con este nuevo modelo de sociedad, surgen también empresas especializadas y expertas en aportar la información y el conocimiento necesario a todos aquellos que lo necesiten; empresas destinadas a introducir las nuevas tecnologías en todos los sectores actividad y a mostrar las ventajas de su aplicación.
Una empresa con un buen uso de las tecnologías de la información y comunicación puede llegar a ser una empresa de éxito, pero si cuenta con ellas y no las utiliza adecuadamente, a pesar de tener un buen producto, puede tender al fracaso y no sobrevivir en lo que ya hemos venido denominando Sociedad de la Información y del Conocimiento. No importa el sector de actividad al que pertenezca la empresa en cuestión.
Cualquier empresa puede o debe imponerse una meta que consista en una buena estrategia y en hacer buen uso de las nuevas tecnologías. Esto garantizará su supervivencia en el mercado porque encontrará un gran respaldo en la eficiencia y en la eficacia resultadas del buen uso de la información. Para ello el primer paso es encontrar la mejor ayuda en la implantación de cualquier proceso tecnológico.
Al final, las empresas que se aplican y utilizan nuevos avances tecnológicos obtienen mejor rendimiento porque, sin lugar a dudas, saben emplear todos sus recursos.
La importancia de adaptarse a las nuevas tecnologías (edoestudio.es)
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